La tumba de Hafez

Después de recorrer los 440 que separan Yazd de Shiraz, las visitas del ciprés milenario, la roca con forma de águila, degustar el delicioso pollo de Pasargada, la tumba de Ciro el Grande y la ciudad que él creó, llegamos a Shiraz casi en el preciso momento que el sol comienza a desaparecer detrás de los montes Zagros, está cadena montañosa que separa Irán de Irak,  ya que no solo tienen diferencias políticas e ideológicas, también comparten una frontera de 1458 Km. de longitud, con un terreno montañoso y donde se encuentran estas montañas o la desembocadura del Shatt-al-Arab del Golfo Pérsico.


Estos montes Zagros se extienden a lo largo de 1500 km., desde el Kurdistán iraquí hasta el estrecho de Ormuz en el golfo pérsico, donde se encuentran los campos petrolíferos más ricos de todo el país. Algunos de los picos de estos montes superan los 4000 m. de altitud. 


Nuestro camino continúa hasta la ciudad de Shiraz.


Entramos al hotel de esta ciudad casi entre dos luces,  nuestro guía nos quiere dar una sorpresa antes de que caiga la noche. Una ducha rápida y nos disponemos a dar ese paseo sorpresa. 


Y el misterio llega a su fin, en forma mística y de poema, visitamos la tumba de Hafez. Uno de los poetas más importantes de la cultura persa. Este mausoleo es uno de los más visitadas por los iraníes. 

Nuestra visita coincide con un miércoles, comienzo del fin de semana en el país iraní, y por esta razón todo el perímetro que rodea la tumba se encuentre anegado de ciudadanos y foráneos que vienen a rendir homenaje a uno de los personajes del misticismo sufí en Irán. 

Nos mezclamos entre esta gente afable y sencilla que pasea por los jardines del mausoleo, haciéndose fotos, comiendo helados o simplemente disfrutando del lugar junto a la tumba de su poeta favorito. 


Veinte años después de su muerte, se erigió una tumba en honor a él en los jardines de esta ciudad de la poesía. El mausoleo fue diseñado por un arqueólogo y arquitecto francés; André Godard,  a finales de 1930. Sobre su lápida de alabastro hay grabados dos de sus poemas.  



Cuando llegamos al hotel, Hoseim, me comentó que llevase al paseo el libro que yo había adquirido en Yazd sobre poemas de este autor. No entendí muy bien, el por qué,  pero obedecí y metí el libro en mi bolso. 
Y allí, al lado del mausoleo entendí el motivo de esta petición. Abrió el libro y leyó en parsi poemas de Hafez; seguidamente Ana, nos leyó el mismo poema en castellano, y como si estuviese hipnotizada por  el entorno del lugar, o tal vez la luz,  o simplemente la lectura del poema. Todos nos quedamos hechizados y sin palabras disfrutando de uno de los momentos más mágicos de todo el viaje.


Después de este momentazo, pasear por los alrededores fue muy agradable, y lo hicimos como cualquier iraní más.
El lugar lo requería y como en todo lo que llevábamos de viaje la gente se nos acercaba para dialogar con nosotras y entablar una conversación de lo más cordial y agradable. 

Yo inclusive hice una amistad, charlamos sobre su país, también sobre el mío, pero sobre todo de las inquietudes que ambas teníamos, al fin y al cabo somos las gentes las que formamos las sociedades, y no somos tan distintos los unos de los otros, aunque se impongan fanáticas y absurdas religiones o políticas nefatas que no ayudan en nada a los ciudadanos del país. Nos hicimos fotos, intercambiamos nuestros números de teléfono y hoy en día seguimos wasapeando.


La hora de la cena llegó y regresamos al hotel. Al día siguiente seguirían las visitas y otras muchas otras sorpresas nos estaban esperando en esta ciudad de la poesía, pero eso os lo contaré en la próxima entrada de este blog.




Texto ✍🏼 y fotografías 📷: María Carrión 💫

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