Trayecto entre Yazd y Shiraz


Aunque nuestro viaje continua, nos vamos de Yazd y lo hacemos con tristeza. Desde que pusimos los pies en esta novia del desierto no ha dejado de sorprendernos, comenzando por sus gentes,  sus  misteriosas torres del silencio, su jardín persa Dowlat Abad, su preciosa mezquita del viernes, su museo del agua o su casa de fuerza
Pero sin duda alguna lo que no olvidaremos será, el precioso  atardecer sobre las azoteas de esta ciudad de barro, ni los paseos por sus angostos callejones o la concurrida plaza del complejo Amir Chajmaq, donde se halla el Nakhl, ni el enigmático templo de los zoroastros

Ahora toca despedirnos de Yazd y continuar nuestro viaje hacía Shiraz, 440 Km., nos separan de una ciudad a otra. Tenemos 5 horas y media de trayecto,  pero el camino nos dejará algunas sorpresas,  y la primera no se hace esperar, a tan solo 20 Km., en Taft, nos encontramos Eagle Mountain, una masa de piedra caliza y granito con forma de Halcón-águila, que parece que recibe al viajero con las alas abiertas como si fuese el rey de la montaña. Con una altura aproximada de 2000 metros, ha provocado la metamorfosis en las capas inferiores de la montaña, esta formación rocosa se remonta a la era Mesozoica, y presenta varias agujeros que los animales usan como guaridas. 

Por supuesto la imagen de este águila-halcón, quedará impresa en nuestros recuerdos sobre el viaje.



Después de fotografiar esta singular roca con forma de águila, continuamos hasta Abarkouh, nuestra siguiente parada, donde podremos admirar al segundo árbol más antiguo del mundo.


Este ejemplar de ser vivo, es el “Sarv-e Abarkuh”, un ciprés que mide 25 metros de altura y según los historiadores tiene 4.800 años, tantos,  como las pirámides de Egipto. 

Ocupa el ranking de los más longevos,  el primer puesto es ocupado por el pino Matusalén que se encuentra en California.
Existen miles de leyendas sobre este ciprés, pero la razón principal de su longevidad son las condiciones naturales del entorno que favorecen su adaptación a este ecosistema.


                   

Nuestro camino debe continuar, pero no sin antes dejar plasmado un recuerdo con este antiquísimo ciprés.

Continuamos nuestro viaje hacia Shiraz, la carretera nos ofrece la oportunidad de conocer más el país y sus gentes, es por esa razón que disfrutamos del trayecto a pesar de las largas  distancias.


Debido a estas distancias, los iraníes disponen de mezquitas en las largas autopistas para que los fieles religiosos del islam hagan un alto en el camino y poder rezar sus salmos y oraciones.


La inmensa autovía se extiende junto a campos de cultivo y cada cierto tramo se pueden divisar comerciantes ambulantes vendiendo sus mercancías al lado de la carretera, camiones de sandias, melones, albaricoques, etc..., y todos ellos parece que están diciendo "cómeme

                            

Y como si Aladino y su lámpara viajasen con nosotros,  los deseos se hicieron realidad, en menos que canta un gallo, nuestro afable conductor Medhi, hace una parada para que Mohamet, pueda comprar unos deliciosos albaricoques que saboreamos como si fuese el mejor manjar del mundo.


Después de comer la exquisita fruta, Joseim; nuestro guía, continua con los relatos sobre la  historia y la vida de los iraníes. 

Mientras escuchamos, observamos el desértico paisaje con las montañas al fondo, que durante todo el viaje nos vienen acompañando. Pese a estar en mayo, aún se vislumbra nieve sobre sus cumbres, lo que hace todavía más bello todo este entorno y casi sin darnos cuenta hemos recorrido unos 300 km desde que salimos de Yazd.


La vejiga se empieza a quejar y el estómago se hace notar, es el momento de parar y disfrutar de la comida iraní. 



Y aquí en un lugar de Irán, cerca de Pasargadae, cuyo nombre no pienso olvidar, un mágico restaurante me trae recuerdos de mi niñez, cuando aún siendo niña, pedía una bicicleta a sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, y no sé cómo ni por qué,  me traían cacharritos para jugar. Que por cierto en próximas entradas os hablaré de donde salieron precisamente los tres Reyes Magos de Oriente, ¿adivináis dónde?, mantendremos la incógnita para las próximas entradas sobre Irán. Tal vez averigüe por qué nunca recibí lo que pedí.

Volviendo al encanto de este lugar, junto a la bonita vajilla, las tazas, una cubertería que haría feliz a cualquier coleccionista, los saleros, el azucarero con los terrones de azúcar, las cestas donde se coloca el pan, que más que pan parecen paños hechos a mano puesto sobre las cestas.  

Pero el mejor momento está por llegar, cuando sobre la mesa depositan un delicioso pollo, el mejor que yo he comido en mi vida, la expresión  "chuparse lo dedos" la hicieron para este momento; aunque sean los argentinos de la Pampa, los que se atribuyen esta frase cuando cortaban la carne asada con un gran cuchillo y directamente se la metían en la boca con los dedos.

Este  pollo, que yo repetí hasta en dos ocasiones, dejó en mi paladar uno de los momentos más exquisitos del viaje.

                     

Pero si el pollo estaba delicioso, el postre no os quiero ni contar,  dátiles recubiertos de  crema y riquísimo té iraní, un placer para los sentidos, que quedará almacenado en mi memoria más primitiva. Estos  olores, sabores y sentimientos vendrán a mi cada vez que recuerde Pasagardae. 


Con el sabor del pollo en la boca nos vamos del restaurante, queda muy poco para llegar a Zhiraz, pero antes, una parada obligatoria en uno de los puntos claves del viaje, el encuentro con nuestros libros de historia. 


Llegamos a la tumba de Ciro el Grande, pero un personaje histórico tan grande, no puede compartir post, tendréis que esperar a la próxima entrada en el blog.

                               

Texto ✍🏼 fotografías 📷: María Carrión 💫


Sígueme en próximas entradas sobre Irán en Aspirante Antropóloga 😉


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